8 de Marzo de 2011
La
vida pasa, y los meses, los días e incluso los segundos cuentan. Los
actos que se hagan o dejen de hacer son nuestra huella, nuestra
identidad y la seguridad de dejar un gran recuerdo, que de nosotros
depende que sea bueno o malo. Casualidades, eso es lo que una persona
normal piensa cuando ocurren determinadas hechos surgidos del puro
azar. Un capricho del egoísta destino es lo que hace que una vida
sea arrebatada, que abandone el páramo de nuestra existencia, tan
infravalorada como única. Algunos tienen la oportunidad de
despedirse, otros no y se van así, sin más. Solo cuando el recuerdo
del ausente se difumina, esa persona verdaderamente ha fenecido.
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