14 de Diciembre de 2012
Reina
de mis pensamientos, habitante de mis sueños,
cualquier adjetivo erra en describirte con exactitud certera.
Amo tus imperfecciones, tus
virtudes, tus defectos,
tus dudas, tu forma de ser, la
tierna sonrisa que cruza tu rostro cuando un niño acude a tus brazos.
Amo tu belleza interior, esa
que contemplo cuando te miro a los ojos y estremece mi ser.
Mi querida dama, la juventud
pasa, los placeres son efímeros,
cultivemos algo que dure
mientras vivamos, algo que nos una
y que ni las arrugas ni los
años puedan mermar, que con poco
me haga feliz y alce mis
plegarias por tenerte a mi lado.
En el crepúsculo añoro
nuestras manos entrelazadas y un silencio lleno de palabras.
Dulce dama mía, ¿a qué
aguardas para aceptarme?
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